martes, 29 de mayo de 2018

Como todos los días

El tipo llega exhausto porque el trabajo es una mierda y mira sin ganas en la heladera. 
La luz tenue del aparato viejo revela una botella de anzuelos y el tipo bebe mientras pasea vagamente por la habitación. 

Registra sin cuidado porque no puede romperse lo que ya está hecho polvo. No puede más minimizarse, ni desaparecer, persiste en un rincón, o por toda la superficie del suelo y perdura en cenizas, en partículas de pérdida que ya no pueden más reproducirse.

Adentro llueve como nunca llovió del cielo. 
Las cenizas se empapan y el pobre tipo confirma que pudo desaparecer aquello que antes no era nada.

 Le pesa más la ropa. Se le desborda el alma. 
Espera llegar a la cama y que sea blanda. Pero el colchón es de agujas. 

Se inclina para volver a beber un trago mientras las agujas perforan la carne más profundo y piensa que a lo mejor el trabajo no es tan malo. 

 Los alaridos de la ciudad entran por la ventana. 
Se apoya para levantarse y cerrarla, y la sangre que brota de us manos no cesa de caer contra el suelo formando un barro con la cenizas. 
El tipo sufre como todos los días y recuerda, que en su miserable existencia ningún tiempo pasado fue mejor. 
Llora, y al tiempo que se limpia las lágrimas con las manos embarra la cara con el barro ceniciento. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario